Compartir y Cuidar: Haciendo las invitaciones a la Iglesia menos intimidantes

Invitar a alguien a la iglesia puede parecer intimidante. Como cristiano, entiendes la importancia y el valor de una comunidad de fe alentadora y solidaria, así que, naturalmente, quieres que tus amigos también la tengan.

¿Pero qué se necesita para invitar a alguien a esa comunidad? ¿Qué significa invitar a alguien a la iglesia?

En la cultura cada vez más secular de hoy, invitar a alguien a la iglesia puede parecer una gran cosa. En los últimos años, el aumento de las guerras culturales junto con el fracaso público de líderes prominentes de la iglesia ha intensificado una actitud cultural general ya escéptica hacia la iglesia. Además, es una gran tarea para alguien visitar una comunidad desconocida, especialmente si no están seguros de si hay algo en común. Todo esto puede parecer demasiado difícil, y terminamos posponiéndolo y nunca siquiera ofreciendo una invitación.

Así que tomemos un momento para recordar por qué es una forma importante y efectiva de presentar a alguien a Jesús. Invitar a alguien a la iglesia abre un espacio intencional para que el Espíritu Santo se presente y haga Su obra en los corazones de las personas. Acoge a las personas en una comunidad donde pueden explorar y crecer en la fe, servir y tomar su lugar en el cuerpo de Cristo. Es el diseño de Dios que vivamos en una comunidad cristiana que da vida.

Entonces, ¿cómo podemos hacer que este proceso sea un poco más fácil y menos intimidante, no sólo para ti, sino para la persona que estás invitando a la iglesia? Aquí hay algunos pasos prácticos que pueden ayudar.

1. Reconoce que la iglesia puede ser intimidante

Si has sido cristiano por mucho tiempo, la iglesia te parecerá familiar y segura. Pero para muchas personas, es un concepto desconocido, influido únicamente por lo que han visto en los medios y el entretenimiento.

Es importante ser consciente del lenguaje que usas. En lugar de decir: "Te paso a buscar a las 19:00 para la noche de alabanza", comienza explicando qué es una noche de alabanza, y comparte detalles—como quién estará allí, cómo será el espacio y qué tipo de ropa deben usar.

Al evitar la jerga cristiana y dar la mayor cantidad de detalles posibles, puedes ayudar a tu amigo a tomar una decisión más informada. Es menos probable que se sientan abrumados, asustados o resentidos por la situación a la que se enfrentan. Esto nos lleva al segundo punto.

2. Empieza con algo familiar

¡Es mucho más fácil invitar a alguien a tomar un café o dar un paseo que invitarlo a la iglesia! Tomemos a Sam, cuya rápida decisión puede haber salvado la relación:

"Recientemente me corté el pelo, y cuando mencioné mi creencia en Dios, el peluquero dijo que había estado explorando más la fe últimamente… Pude compartir un poco con él sobre mi historia de fe y parecía muy interesado. Lo invité a la iglesia y parecía dudoso, y sentí que el Espíritu Santo me instó a invitarlo a tomar un café antes del servicio para que se sintiera más cómodo. Él estaba realmente agradecido por la oferta y dijo que la aceptaría."

Al reunirte en un lugar neutral, puedes evitar el inevitable desequilibrio de poder que surge al invitar a alguien a un entorno desconocido de la iglesia que tú conoces muy bien.

Recuerda, no hay necesidad de apresurarse en este proceso. Encuéntralos donde están, establece la relación, luego toma el siguiente paso.

3. Invierte tiempo y energía

Aunque le corresponde al Espíritu Santo convencer a los corazones y llevarlos a Jesús (1 Corintios 3:6), somos responsables de sembrar semillas de fe... ¡y eso requiere invertir tiempo y energía!

En pocas palabras, cuando compartes a Jesús con alguien, ¡recuerda cuidarlos también! No le hables a alguien sobre Jesús y luego los dejes abandonados. Llévalos en un viaje. Esto podría parecer así:

  • Pasar una tarde a la semana haciendo estudios bíblicos.
  • Renunciar a tiempo con tu grupo social para hacer sentir bienvenido a alguien.
  • Agregar a alguien a tu lista de oración y orar por ellos cada día.
  • Mandar un mensaje o llamarlos regularmente para saber cómo están.

Recuerda, si estás luchando por encontrar tiempo para cuidarlos, siempre puedes pedir ayuda a otros cristianos o personas de tu iglesia. Preséntales a tus amigos y compartan la carga (Gálatas 6:2; Hebreos 10:24-25; Filipenses 2:4).

4. Confía en Dios con el resultado

Si asumes el riesgo e invitas a alguien a la iglesia, recuerda: está bien si dicen que no. Rechazar tu oferta no significa que te hayan rechazado a ti o a Dios. Quizás solo necesitan más tiempo, o tal vez tienen cargas o prejuicios de los que no eres consciente.

En lugar de darte por vencido o tomarlo de manera personal, ora al respecto. Pide a Dios que te dé claridad, discernimiento y consuelo, y sigue orando por esa persona.

Lo importante es que lo intentaste. Has fortalecido esos músculos de fe y estarás mejor preparado y más seguro la próxima vez que el Espíritu Santo te impulse a invitar a alguien a la iglesia.

Invitar a alguien a la iglesia es una oportunidad emocionante. Si tienes un amigo en mente al que quieres invitar a la iglesia, sé intencional al hacer un plan, toma valor y lánzate. ¡Imagina cómo será cuando digan sí! La recompensa supera con creces el costo. En última instancia, su jornada de fe está en manos de Dios. Tu rol es simplemente ofrecer la invitación.

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